José Manuel Ibáñez Guzmán
El primero de noviembre de 1871 en el templo protestante de La Santísima Trinidad, de la Iglesia Evangélica Chilena de Santiago, fue consagrado como pastor José Manuel Ibáñez Guzmán, el primer pastor evangélico chileno.
José Manuel Ibáñez había nacido en 1841, en San Felipe, en el seno de una antigua familia criolla descendiente de hidalgos españoles; sus padres fueron José Manuel Ibáñez y Rita Guzmán; quienes además de José Manuel tuvieron otro hijo.
Cuando José Manuel tenía catorce años, sufrió el fallecimiento de su padre, lo que motivó a su madre a emigrar de Chile, para dirigirse a California, con la esperanza de mejorar la economía familiar, en virtud de la fiebre del oro que se estaba viviendo allí, radicándose en la ciudad de Sacramento, en donde vivirá siete años, hasta la muerte de su madre, regresando entonces a Chile, junto con su hermano, a la edad de 21 años.
En California realizó estudios en el California Collage, y en San Francisco se convirtió al protestantismo, iniciando allí sus estudios para consagrarse al ministerio pastoral, estudios que incluían el griego y hebreo; idiomas bíblicos, a los que el joven converso Ibáñez Guzmán sumaba sus conocimientos de los idiomas inglés y francés, además de su lengua materna. Se casó con Mary Grundy, con quien sólo tuvo un hijo que murió a temprana edad.
En Chile, se radicó en Valparaíso, pero no pudo continuar inmediatamente con sus estudios teológicos por motivos de salud¸ por lo que tuvo que esperar alguno años, hasta que estuvo completamente recuperado; prosiguiendo su formación pastoral, bajo la dirección de David Trumbull, Doctor en Divinidades, con quien colaboró en la redacción del primer periódico protestante chileno en español, La Piedra, fundado en el año de la ordenación pastoral de José Manuel en el año 1871.
Una vez terminado sus estudios teológicos, rindió sus exámenes el día 31 de octubre de 1871, los cuales duraron seis horas, siendo examinado en idiomas hebreo y griego, además de historia bíblica y dogmática; el día siguiente, primero de noviembre fue consagrado en solemne ceremonia en el templo de La Santísima Trinidad de Santiago, estando presente todos los misioneros protestantes del país, entre quienes destacaban David Trumbull y el pastor de la iglesia de Santiago, Nathaniel Gilbert, a quien remplazaría, teniendo entonces la edad de treinta años.
David Trumbull, en su discurso en la ceremonia, le expresaba a José Manuel sus deberes pastorales en la ciudad de Santiago, los que eran:
“Desde ahora tu obra de vida ha de ser la predicación; en discursos públicos –por la palabra pronunciada viva voce;- en explicaciones particulares; -en la administración de los Sagrados Sacramentos; en amonestaciones y el ejercicio de la disciplina de la casa del Señor; -en actos caritativos y buenas obras;- tendrás el insigne privilegio de presentar continuamente al Hijo y Cordero de Dios ante la atención de sus semejantes. … …
Tienes que trabajar como un representante de la Iglesia libre en país libre, y a la misma vez inculcar todos los santos deberes de la religión; oponiéndose al indiferentismo irreligioso y a la tiranía eclesiástica; luchando tenazmente con los que prohíben la lectura de los Santos Evangelios, y con los incrédulos…
Predica, pues, la palabra aquí en el centro de la vida intelectual de Chile; insta a tiempo y fuera de tiempo; reprende, ruega, amonesta con toda paciencia y doctrina. Pon tu confianza en el mensaje porque es divino, del cielo… … Con nada menos debemos contentarnos; nada más podemos apetecer. De tales obreros evangélicos la nación chilena tiene necesidad; de tales predicadores la Iglesia chilena tiene necesidad. A ti te cabe, mi hermano, el honor de ser el primero, bendiga Dios lo que hoy se hace para que no seas el último, sino que cien veces más esta grata ceremonia sea repetida hasta que el pueblo del Señor tenga pastores verdaderos según su corazón que lo apacentarán con la divina ciencia y doctrina.”
José Manuel destacó por su amplia cultura y gran elocuencia, tanto en sus sermones, cómo en sus artículos publicados en La Piedra. Además destacó en su labor pastoral y abnegación personal, arriesgando incluso su vida en ello, cómo lo hizo en la epidemia de viruela que azotó Santiago en el año 1872, en donde destacó, visitando tanto los hogares de los enfermos de su congregación, cómo la de todos los enfermos que lo llamaban a su hogar para prestarles su apoyo espiritual y cuidados a los contagiados.
Fundó también una escuela elemental gratuita, para los vecinos de la iglesia y los hijos de los artesanos que asistían a su congregación, y que no tenían los medios para pagar una escuela particular, la que solventaba con donaciones privadas y sus propios recursos.
Lamentablemente su brillante y promisoria labor pastoral, se vio abruptamente interrumpida con su temprano fallecimiento, cuatro años después de su ordenación, el 13 de septiembre de 1875, a la una y media de la tarde, cuando sólo tenía treinta y cuatros años de edad, fruto de una breve enfermedad de sólo diez días, dejando a una joven viuda y un pequeño hijo.
En sus exequias participaron cientos de personas, incluyendo los acongojados artesanos miembros de su congregación, siendo uno de ellos, el ya anciano líder, Ambrosio Larrecheda, quien a nombre de todos ellos pronunció unas sentidas y afectuosas palabras de despedida a su hermano pastor, entre las cuales destacamos las siguientes:
“Pero si el espíritu del señor Ibáñez ha vuelto al centro de donde partiera para alcanzar la ventura eterna, si su paso sobre la tierra ha sido tan breve como el del meteoro que atraviesa con velocidad el espacio dejando una huella luminosa en el camino, la vida del señor Ibáñez deja rastros que no se borrarán nunca. La virtud no muere: ella no va a encerrarse en el estrecho palmo de tierra que cubre nuestros mortales despojos después del instante de la existencia. Lo que sale del espíritu del hombre si lleva el sello de la verdad, es eterno como el principio de donde emana. Si hoy nos vemos privados del maestro religioso que tantas veces nos edificó con su ejemplo y su palabra; acatemos los designios de la providencia y pidámosle mayores fuerzas para trabajar con doble empeño por el triunfo de la verdad. Inspirémonos en las santas máximas del Evangelio que es guía infalible, luz perfecta, fuente fecunda e inagotable de todo bien.
Procediendo así podremos pagar un justo tributo de gratitud y de respeto a la memoria del amigo y del hermano para quien acaban de abrirse las puestas del augusto templo de la inmortalidad.”
1 Fuentes: La Piedra; Valparaíso, 16 de Noviembre de 1871 y Octubre de 1875.
Figueroa, Virgilio; Diccionario Histórico y Biográfico; t.3, Santiago, 1929. pp. 514-515.
Mc Lean James; Historia de la Iglesia Presbiteriana de Chile; Santiago, 1932; pp. 40-44.
http://www.iglesiasevangelicas.cl/index.php/cultura-evangelica/biografias-2/139-jose-manuel-ibanez-guzman Consultado el 28 de Abril de 2014